El fregadero es uno de los elementos indispensables en nuestra cocina.
Protagonista en la zona de lavado y preparado de alimentos, la practicidad de su uso no está reñida con su modernidad.
Para elegir el modelo que mejor se adapta a nuestras necesidades y que, además, será un elemento innovador y funcional en nuestra cocina, hay varios detalles que debemos tener en cuenta.
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Eligiendo fregadero
¿Fregadero de una o dos pozas?
Depende del espacio del que dispongamos, porque el tamaño, que aquí sí importa. No es lo mismo un fregadero de 40 cm de ancho que otro de 60 cm o, incluso, uno de 80 cm. A mayor ancho, tendremos mayor comodidad y mayor libertad de movimientos para fregar bandejas grandes, como las de los hornos.
Es cierto que contar con dos pozas permite duplicar el uso del fregadero, poniendo los cacharros limpios en una y los sucios en otra, por ejemplo, por lo que debemos valorar si preferimos esa posibilidad sobre la de tener un fregadero de gran tamaño.
Si el espacio disponible es reducido pero queremos contar con escurridor, tenemos también la posibilidad de hacerlo tallando en la superficie sus hendiduras.
¿Qué material escojo?
El material va muy unido, en la mayoría de las ocasiones, al color del fregadero.
Así, los más utilizados son los de acero inoxidable, por ser más resistentes y por su facilidad de limpieza, aunque también son más susceptibles a rayas y marcas de cal. También podemos encontrarlos en colores si son de acero esmaltado.
También son muy comunes los sintéticos, por su precio económico, su durabilidad y su capacidad de soportar temperaturas de hasta 280º.
Los de gres, cerámica o piedra son modelos muy tradicionales. Pensados para ambientes rústicos, el mayor problema que tienen es su peso y la porosidad de su superficie, que puede resultar antihigiénica. Otro inconveniente es que su precio es muy elevado.
Los fregaderos hechos de cuarzo a base de resinas de alta resistencia o materiales como el Corian, el Silestone o el Krion ofrecen una gran resistencia frente a golpes, rayas y marcas y son fáciles de limpiar y mantener. Además, se pueden colocar sin bordes ni cantos y están disponibles en una gran variedad de colores. Por contra, son susceptibles al calor y tienen un precio un poco elevado.
¿Encastrado o bajo encimera?
En los fregaderos encastrados, los bordes quedan colocados sobre la encimera, quedando una junta alrededor que suele sellarse con silicona blanda.
El problema es que con el paso del tiempo las juntas se van ensuciando.
Esto no ocurre si es un fregadero colocado bajo encimera, que además es más fácil de limpiar.
Y, visualmente, es mucho más decorativo y moderno, pudiéndose integrar en la línea estética de la encimera y/o los muebles y elementos de toda la cocina.
¿Y el grifo?
El grifo puede ir encajado en el propio fregadero o en la encimera.
Dada la gran variedad de grifos que podemos encontrar, según su forma (altos, angulares, curvados, …), según su material (aluminio, lacado, hierro, …) o su diseño (moderno o más clásico), nos aseguraremos que va en consonancia estética con el fregadero que hemos elegido.
Limpieza y mantenimiento
Deberemos tener en cuenta también que los fregaderos con los acabados redondos son más sencillos de limpiar que aquellos que tienen las esquinas en ángulo de 90º.
Y es que la limpieza del fregadero debe ser diaria, evitando usar productos agresivos. Será suficiente con un poco de jabón suave, agua y un paño seco.
Finalmente, debemos evitar tirar por el sumidero restos de comidas y aceites que atasquen las tuberías del fregadero.
Podemos ayudarnos con tapones de rejilla, los más eficaces para retener restos sólidos y permitir la filtración del agua.